¿Puede un solo hombre cambiar el destino? ¿Son los designios de Dios los que mueven el mundo?
El 27 de noviembre de 1095, el Papa Urbano II al grito de ¡Deus Vult! proclama la Primera Cruzada. Marcel de Minerve, un joven caballero occitano, se unirá a la mayor empresa de su tiempo en busca de gloria y fortuna: la peregrinatio armada para recuperar los Santos Lugares de manos del Islam. Desde un humilde origen, nuestro protagonista atravesará el continente, conocerá Constantinopla y cruzará el Bósforo en un viaje prodigioso, que exigirá lo mejor de sí mismo, hasta llegar a Tierra Santa para combatir a los enemigos de la Cruz, y cumplir sus sueños antes de regresar a su tierra y su amada. Pero la voluntad de Dios no es siempre la que esperamos.
«De los hombres a su mando, a Marcel le preocupaban los peones. Puso una mano firme sobre la espalda del que tenía más cerca para que notase que no estaban solos en aquella hora. Les habló desde lo más profundo de su alma.
―¡Aguantaaaad cristianos, aguantad! ¡Sois cruzados, sois los defensores de la verdadera fe! ¡Que esos perros no lleguen hasta nuestra Cruz! ¡Por Cristo nuestro Señor!
El prior del Sepulcro, con la maza alzada hacia el cielo y un crucifijo en la otra, gritaba desgañitándose desde atrás:
―¡Deus vult, Milites Sancti Sepulchri! ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!
A partir de ahí los recuerdos se volvían confusos y desordenados».
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